Cuando uno de mis clientes más conscientes y eficientes me miró con desconcierto y me dijo: ‘¿Por qué me siento tan vacío? ¿No debería estar celebrando con mi equipo y contigo? Se supone que hoy sería un día de celebración… y, sin embargo, no siento nada’…
Ahí supe que mi verdadero trabajo con mi cliente apenas comenzaba.
Mi coachee acababa de liderar con éxito una adquisición para su empresa. Por fuera, aquello parecía un logro enorme, el tipo de triunfo con el que sueñan los fundadores. Pero para él empezaba a emerger un iceberg oculto debajo de la superficie … el peso de mil ladrillos sobre sus hombros.
Como muchos emprendedores, él había pasado años persiguiendo el crecimiento de su organización: incontables noches sin dormir, esfuerzos interminables, recortes por todas partes, fines de semana perdidos con su familia (y los reclamos que venían después) … todo con tal de superar a la competencia. Ese estilo de vida se volvió su normalidad. Así que cuando por fin alcanzó la cima, esperaba sentirse eufórico. En cambio, me confesó que no estaba preparado para el silencio.
El reconocimiento y los aplausos que antes lo impulsaban ahora se sentían como trofeos vacíos. Lo que antes alimentaba su ego ahora se había convertido en recordatorio de un vacío más profundo. Como él mismo lo expresó: ‘Cuanto más alto subo, más pesada se vuelve mi soledad’.
Esto no era burnout. No era falta de ambición. Era algo más profundo: un desajuste entre su éxito y su identidad.
La ilusión de la llegada
Mi coachee no es un caso único. Estudios muestran que muchos ejecutivos, fundadores y CEOs enfrentan esta misma desconexión. Creen que el logro equivale a plenitud… hasta que llegan, solo para enfrentarse con preguntas inquietantes:
- ¿Por qué me siento así?
- ¿Por qué sigo haciendo lo que hago?
- ¿Mi trabajo todavía tiene sentido para mí?
- ¿Y ahora hacia dónde voy?
Yo misma recuerdo momentos en mi carrera en los que me preguntaba si el éxito era realmente mío o si simplemente estaba cumpliendo con expectativas y lealtades trazadas mucho antes de mí.
Líderes con los que trabajo, especialmente mujeres, describen experiencias similares:
- Sentir síndrome del impostor a pesar de evidencias claras de logros
- Cuestionarse si los sacrificios valieron las metas alcanzadas
- Descubrir que la cima no trajo la satisfacción ni la plenitud que habían imaginado
Sí, el éxito era real. Pero se sentía sin sentido.
¿Por qué aparece el vacío?
Los psicólogos Robert Kegan y Lisa Lahey (2001) describen esto como un desajuste de nuestros “sistemas de creación de sentido”. En pocas palabras, cuando nuestro crecimiento interno no evoluciona al mismo ritmo que nuestro éxito externo, nos volvemos extraños para nosotros mismos.
Eso era exactamente lo que le pasaba a mi cliente. Su mundo externo se expandía demasiado rápido, mientras que su ser interior no había alcanzado a ponerse al día. Ese desajuste generaba un sufrimiento silencioso, casi invisible.
No se trata de competencia. No se trata de estrategia. Se trata de identidad.
¿Cómo reconectar (y cómo puedes hacerlo tú también)?
El vacío no tiene que definirte. No tiene que quedarse. Es importante recordar que tú tienes el poder de transformar lo que ya no funciona.
Aquí comparto tres prácticas que ayudaron a mi cliente a reconectar, y que tú también puedes aplicar:
1. Re-anclarte a tu propósito. Pregúntate: ‘Si nadie me estuviera mirando, si a nadie tuvieses que complacer, ¿realmente por qué seguiría trabajando y luchando? ¿Qué es verdaderamente mío?’ Estas preguntas incómodas pero poderosas ayudan a despojarte de metas heredadas que no te pertenecen.
2. Hacer el trabajo de identidad. Explorar dinámicas familiares, historias sobre el dinero, roles y narrativas generacionales. Este trabajo psicodinámico, incómodo pero esencial, saca a la luz patrones inconscientes y te permite ver las fuerzas invisibles que han estado moldeando tus decisiones.
3. Permitir la evolución, no solo la ejecución. El liderazgo no se trata únicamente de lograr cosas, sino de permitir que los equipos, los mercados y la vida misma te transformen. Invita a los demás a que desafíen tu perspectiva. Date permiso de adaptarte, de cambiar, de crecer.
Para mi cliente, re-anclarse en su propósito fue transformador. Se dio cuenta de que la mitad de sus metas ni siquiera eran suyas: eran de su padre. Soltar no fue fácil ni rápido, pero a medida que avanzaba en el proceso, empezó a emerger su propia definición de éxito. Junto con su familia y su equipo, creó una nueva visión de lo que realmente importaba. Allí fue donde comenzó la reconexión y la verdadera transformación.
¿Qué significa esto para los líderes de hoy?
El éxito sin alineación se siente vacío. Pero cuando el logro se amalgama con la identidad, el éxito se siente completo: vivo, auténtico y profundamente humano.
El verdadero crecimiento no es solo hacia arriba. Es hacia adentro: hacia ese lugar sagrado donde comienza el liderazgo real.
¿Quieres explorar esto más a fondo?
En Re·Thrivin’™, ayudamos a líderes y fundadores a reconectar con su propósito y su identidad más allá de los logros externos.
Juntos trabajamos en descubrir los patrones inconscientes que moldean su manera de liderar, para que el éxito no sea solo una meta alcanzada, sino una experiencia vivida con plenitud.
Referencias:
Kegan, R., & Lahey, L. (2001). The Real Reason People Don’t Change. Harvard Business Review.
